“¿Puedes o no puedes?” es una pregunta que me ha acompañado durante mucho tiempo en mi carrera profesional y seguro más de uno hemos caído en sus garras y consecuencias.
Espero que en la mayoría de los casos, lo acontecido quedase como una amarga experiencia y no se convirtiera en un mal hábito. Por ello hoy quiero explicar, desde mi particular punto de vista, el impacto que causa en un gran número de profesionales y que considero, es uno de los causantes de estrés, ansiedad e infelicidad en nuestra época.
Desde niños, los compañeros de escuela nos retan y para pertenecer al grupo cedemos ante sus tretas, desde hacer una maldad hasta probar alcohol a escondidas de nuestros padres. Nuestra inocencia y el buscar formar parte de algo más grande que nosotros mismos, nos hace aprender a la mala. No llegaría al extremo de decir que nos cause un trauma, pero por mínimo que sea ese escenario en el pasado, atención… esto es, primera llamada.
Crecemos, comenzamos a trabajar y por supuesto seguimos (y seguiremos) queriendo formar parte de algo, pero ahora hay otro factor en juego, nuestra capacidad de elección, el libre albedrío, la propia responsabilidad. Lo que en un inicio era un reto deja se convierte en algo para lo que desafortunadamente rara vez estamos preparados para conocer: Lo frágil que puede ser el orgullo.
Orgullo es amor propio, es la seguridad que tenemos de saber que hacemos lo correcto o al está menos bien con respecto a otros. El orgullo lo veo como un vaso de agua con tierra, que cuando se estanca, da peso al vaso y al mismo tiempo da claridad en el líquido. Cuando se agita todo es turbio, en este caso mejor dicho, cuando agitan tu vaso…en ese instante, no hay vuelta atrás.
Cuando “te pican el orgullo” estamos ante la situación más pura y clara donde la pregunta de este artículo se gesta, se desarrolla y vive (si así lo queremos) el tiempo que nosotros mismos le concedamos. Durante la creación de este artículo desconozco si existe el concepto como tal, pero después de analizarlo y darle vueltas en mi cabeza durante algunas semanas, le he llamado “Ego profesional”.
Llamo Ego Profesional a ese sentimiento que ronda errónea y particularmente en la cultura del reto laboral, donde en forma de abuso, alguien tiene que demostrar su capacidad llevando al límite sus fuerza física, emocional y sobre todo intelectual en contra de su principal deseo, valor o voluntad.
“Me quedé hasta tarde para acabar esto”, “Si no lo hago yo, quién lo va a hacer”, “nadie lo puede hacer tan bien como yo”. Esas son algunas de las frases que me vienen a la mente cuando pienso en ego profesional, y ojo, que no lo digo con el afán de ofender a nadie, lo que creo es que en algunos casos, estas reacciones son el fruto de llevar a la persona que las dice a un punto donde no está haciendo lo que quiere, sino lo que alguien más necesita. Reitero no es ataque ni señalamiento.
Es muy común en empleos donde el skill denominado trabajo bajo presión, presenta más casos del tipo donde tu jefe o un compañero hieren tu orgullo, te intentan hacer menos, o que dudes de tus conocimientos y capacidades, dicen por ahí que con el fin de… “llevarte a tu propio límite”. Pero yo no lo creo así, es más, los trabajos que piden esas habilidades se me figuran ser un completo caos y con muy poca organización.
Si te retan y pasas la prueba tal vez creas que ahora formas parte de un grupo selecto, un grupo donde solo están los que en serio se ponen la camiseta, los que se van tarde del trabajo porque así lo requiere el trabajo, los que se sienten orgullosos de formar parte de esto. Y no lo niego, tal vez te lo reconozcan, pero también, ahora formas parte del grupo explotable, donde hay personas que muy probablemente terminarán haciendo el trabajo de otros. Felicidades.
Obvio no todo es ego, también hay mala organización del tiempo, falta de objetivos o metas propias, etc… pero eso sale de mi tesis, lo que quiero exhibir es que llegar a una conducta así es parte de un proceso donde no se supo decir “no” a tiempo. Yo también fui retado a hacer la chamba, a aguantar “porque no había de otra” o “no había alguien más”, pero cuando reconocí (no conocí, porque ya existía) el valor de mi tiempo, las cosas nunca fueron en adelante iguales.
Aterricemos entonces 2 preguntas clave:
¿Qué hacer cuando alguien te dice “Puedes o no puedes”? Yo siempre respondo: “No, no puedo”. Rápido, concreto y demostrando toda la indiferencia posible que soy capaz de expresar. Obvio que puedo pero he trabajado ese ego profesional al grado que solamente yo decido en qué invierto mi tiempo, ya no caigo en provocaciones porque sé lo que valgo.
Vamos a bajarle 2 rayitas a la dureza de la pregunta, algo más ameno.
¿Qué pasa cuando todos (o alguien en particular) espera mucho de ti? Yo le agradezco y al mismo tiempo le explico que yo no cumplo las expectativas de nadie, sólo las mías. Si con el tiempo su plan me hace sentido y forma parte de mis objetivos, con mucho gusto y disposición puedo ser parte de ese proyecto.
Este artículo no tiene cierre, cada quien habla como le va en la feria. Recibe mis saludos.